Buenos días!
Estos últimos quince días han sido de locos y me sabe fatal haber tenido que abandonar el blog durante dos semanas. Pero nada de lamentaciones porque ya estoy de vuelta y, a falta de tiempo para publicar el relato de mayo, traigo conmigo el de junio.
En el último relato, Cabeza alta jovencita, quise hablar de una experiencia pasada sin saber en ningún momento que terminaría emocionando a tanta gente. Tengo que daros las gracias por las respuestas tan bonitas que obtuve, fue maravilloso.
Sin embargo no esperéis de mí que hable siempre de temas profundos de esos que llegan al alma porque reconozco que no se me dan demasiado bien. Yo soy más de relatar historias inventadas sin más.
Aquí os dejo la que he preparado para este mes. Es muy importante que le deis al PLAY un poco más abajo antes de empezar a leer.
¡Adelante con el relato!
Siempre puntual se puso en marcha el radio despertador de la mesita de noche. Otro lunes más a las seis y media de la mañana empezaba de nuevo la rutina; otro día de la marmota se ponía en marcha.
Estos últimos quince días han sido de locos y me sabe fatal haber tenido que abandonar el blog durante dos semanas. Pero nada de lamentaciones porque ya estoy de vuelta y, a falta de tiempo para publicar el relato de mayo, traigo conmigo el de junio.
En el último relato, Cabeza alta jovencita, quise hablar de una experiencia pasada sin saber en ningún momento que terminaría emocionando a tanta gente. Tengo que daros las gracias por las respuestas tan bonitas que obtuve, fue maravilloso.
Sin embargo no esperéis de mí que hable siempre de temas profundos de esos que llegan al alma porque reconozco que no se me dan demasiado bien. Yo soy más de relatar historias inventadas sin más.
Aquí os dejo la que he preparado para este mes. Es muy importante que le deis al PLAY un poco más abajo antes de empezar a leer.
¡Adelante con el relato!
Siempre puntual se puso en marcha el radio despertador de la mesita de noche. Otro lunes más a las seis y media de la mañana empezaba de nuevo la rutina; otro día de la marmota se ponía en marcha.
De un golpe seco apagué el despertador y volví a cubrirme con el nórdico. ¿Por qué las horas de la noche pasan más rápido que las del día? Y lo que es incluso peor, ¿Por qué los presentadores de los programas de radio matutinos tienen tan buen humor a una hora en la que todavía no han pasado a poner las calles?
Pasaron cinco minutos cuando el despertador volvió a encenderse y, a regañadientes, me incorporé en la cama y conseguí arrastrarme fuera de ella.
Eso sí, con el ceño fruncido.
Apagué definitivamente la radio justo a mitad del anuncio de una cerveza en el que sonaba una canción de esas que se te meten en la cabeza y no consigues sacártela en todo el día.
<<No vine aquí para hacer amigos, pero sabes que siempre puedes contar conmigo...>>
¡Genial! Con lo que odio que me pasen esas cosas.
Puse a calentar agua para el té y metí dos rebanadas de pan en la tostadora. A continuación saqué dos prendas al azar del armario y me encerré en el baño para vestirme. Mi pelo como siempre, imposible dominar, dejé que me cayera alborotado por los hombros y por la espalda y me prometí, como cada mañana, que al día siguiente me haría un peinado más sofisticado.
<<...que resuelven sus problemas de forma natural, para que discutir, si puedes pelear...>>
Casi me atraganté con el té cuando me descubrí cantando la canción del anunció de cerveza. Intenté reproducir en mi mente diferentes canciones para quitarme esa de la cabeza porque nunca he soportado las malditas melodías pegadizas que te impiden concentrarte en lo que haces.
Con las prisas salí de casa sin detenerme un momento a echar un vistazo por la ventana desde la que hubiera visto nubarrones amenazantes sobre la ciudad. Por eso llegué al metro empapada por culpa de la tormenta repentina que me pilló a mitad de camino.
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<<Si las semanas empiezan mal, se supone que deben terminar bien para compensar... ¿No?>> Es lo que me digo siempre que tengo un mal día y la verdad es que aquel pintaba realmente mal.
Ya en el metro descubrí a un tipo de rostro cansado con su mirada puesta en mí sin ningún disimulo. Yo también fijé mi vista en él y alcé la ceja enviándole un mensaje no verbal que decía algo así como: '¿Tengo monos en la cara?' Entonces él me sonrió como si supiera algo que yo desconocía. Y de pronto me di cuenta, estaba tarareando en voz alta la dichosa canción de la radio. La vergüenza tiñó mi rostro de escarlata y sutilmente di media vuelta y eché a caminar hasta llegar al vagón más lejano.
Hasta casi llegada la noche no aprendí que cuando decimos que hemos tenido un mal día es que no nos hemos detenido un momento a contemplar los detalles, los pequeños momentos y esas tonterías que hacen que todos los día sean especiales y que merezca la pena vivirlos a pesar de todo.
Realmente mi día había ido de mal en peor. En el trabajo tuve que tragarme varios marrones; Tuve que suplir a mi compañera cuya resaca del fin de semana le había impedido ponerse en marcha ese día; tuve que comprarme un bocadillo para comer ya que mi fiambrera se había quedado triste y olvidada en la mesa de la cocina de casa y además tuve que aguantar casi diez horas de trabajo con la ropa y el pelo humedecidos por culpa del chaparrón que tan sólo duró el tiempo justo en que yo pisé la calle.
Al última hora de la tarde, entré en la panadería de debajo de casa a comprar un poco de pan para la cena y mientras la vendedora contaba el cambió para devolverme, escuché que en susurros cantaba aquella canción que yo no había podido sacarme de la cabeza:
<< Dame una sonrisa de complicidad, toda tu vida se detendrá...>>
- ¿A ti también se te ha pegado esa canción? - No pude evitar preguntarle.
- Alguien entró esta tarde a tomar un café y no dejaba de silbar la melodía así que ya ves, parece que he cogido el relevo. - Respondió ella con su habitual tono alegre.
Salí de la panadería con una sonrisa en el rostro imaginando que aquella canción que sonó por la mañana en la radio debió hacerlo en el momento exacto en el que despertaba toda la ciudad. Y no sé porque, pensar que de alguna manera todos estamos conectados me hizo terminar el día de buen humor.
Lo que nunca llegué a saber es que la panadera retuvo aquella canción por culpa de un chico que se sentó a tomar un café por la tarde mientras silbaba la melodía, tras haber coincidido en el trabajo con una becaria que se había pasado la mañana tarareando la misma canción que había escuchado en labios de un chico mientras hacia transbordo del metro. Y que ese chico que caminaba cantando la canción había sido el que no dejaba de mirarme aquella mañana en el vagón del metro.
Resultaba que yo había sido la única que escuchó aquella mañana la radio en el momento justo del anuncio y que yo misma fui la que empezó una cadena que se extendió por toda la ciudad con personas silbando y tarareando la misma canción por todas partes.
Sin embargo, lo único que yo supe aquel día es que cuando llegué a casa por la noche, busqué la canción por internet, subí el volumen del ordenador al máximo y me puse a bailar olvidándome así de todos los problemas del día y recordando tan sólo la letra de aquella dichosa canción que empezó fastidiándome el día y terminó ella solita arreglándolo.
Por cierto! con este Post participo en la fiesta de enlaces de Personalización de blogs!
<<La lara, lalaralara, la lara, lalaralara, la lara lalarala.... ya sabes feo fuerte y formal...>>
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Que paséis una buena semana ;)Por cierto! con este Post participo en la fiesta de enlaces de Personalización de blogs!
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Hola Eva! Te paso un premio (y así te conocemos un poco mejor...) ;-)
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Hola Esther! De verdad? Para mí??? Qué ilusión!!!!! Muchas gracias guapa :)
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