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28 de enero de 2014

¡A propósito de fotografía! - ¿Alguna vez te has preguntado en cuántas fotografías de gente desconocida aparecerás?

Tengo que admitirlo, me encanta Barcelona y creo que es la mejor ciudad del mundo.

Por supuesto no he visitado todas las demás ciudades del mundo para poderlo afirmar como un hecho pero he conocido algunas de las consideradas ciudades más bonitas y, por muy maravillosa que me pareciera Siena o romántica Paris, sigo pensando que Barcelona es todavía mejor.

Hace unos tres años me independicé y alquilé un pequeño apartamento no muy lejos del centro de Barcelona. - Por cierto, fue uno de los pocos propósitos típicos de año nuevo que he conseguido cumplir  en mi vida. (Nota mental: bajar un poquito el listón de los propósitos para cumplir un porcentaje más alto de ellos.) - Una vez instalada en lo que sería mi nuevo hogar durante los siguientes cinco años (según rezaba mi contrato de inquilina), decidí conocer mejor esa ciudad que desde pequeña me tenía encandilada. Sabía que era un buen momento para que ambas nos hiciéramos amigas, intercambiáramos nuestras historias y compartiéramos nuestros secretos. Así que desempolvé la cámara réflex que por entonces tenía y  durante unos meses recorrí las calles de esa ciudad maravillosa.
 
Me acuerdo que durante algunos de aquellos paseos semanales que hacíamos mi cámara y yo, estábamos acompañadas por alguna amiga, algún familiar o por mi pareja. Aprovechaban la oportunidad para regresar a ciertos lugares que desde antaño no habían visitado seguramente por tenerlos tan cerca y, a sabiendas que cualquier día podían ir, lo iban posponiendo. 
 
Ayer, haciendo inventario de las fotos que guardo en mi ordenador, descubrí una carpeta titulada BCN en la que se encuentran todas aquellas fotografías que por entonces tomé.

Antes de continuar, os quiero advertir que no soy ninguna experta en fotografía, ni aficionada, simplemente soy alguien a quien le gusta inmortalizar recuerdos y, de paso, hacerme con imágenes bonitas para colgar por casa.
 
A lo que iba, hoy he decidido subir algunas de esas viejas imágenes por un motivo muy curioso: la gente que, sin haberse dado cuenta en aquel momento, se interpuso entre mi cámara y el mundo.
 
Vale, ya sé que de primeras no suena demasiado interesante, incluso yo misma lo pensé cuando me lamentaba por cada persona que me había estropeado la foto. Por eso, no ha sido hasta hace unos días haciendo repaso de todos los archivos, que he descubierto la verdadera belleza de esas fotografías que en realidad no muestran paisajes o monumentos, sino pequeñas historias de la vida cuotidiana.
 
Aquí va mi pequeña muestra,
 














Lo que me encanta de todo esto es que ahora, al ver de nuevo las imágenes, no puedo dejar de preguntarme que habrá sido de todas aquellas personas. Aquella pareja que no dejaba de besarse durante el espectáculo de las fuentes de Montjuic, ¿Seguirán hoy igual de enamorados? ¿O habrán sufrido una desastrosa ruptura y ahora cada uno sigue un camino distinto?

Es una de mis fotografías preferidas de esta colección y me encanta inventarme una y otra vez una historia para ellos. Quizá no era más que una primera cita que, a pesar del beso que sella una velada perfecta, nunca llegó a nada más. O puede que fueran un par de turistas que estaban de luna de miel y ahora anden correteando detrás de sus traviesos pero adorables hijos.

Por otro lado está la foto de la pareja de músicos que amenizan el ambiente en una de las callejuelas del barrio Gótico de la ciudad. Quién sabe si no se habrán hecho ya famosos o, por el contrario, han colgado los instrumentos y ahora se ganen la vida como contables en alguna aburrida empresa.

En la foto del Mamut del parque de la Ciutadella, me pregunto si la madre ya se habrá vuelto loca con tantos niños quienes, por cierto, seguramente ahora estén entrando en plena etapa de pubertad. Buena suerte para la madre. 

Y, por último, en la primera de todas las imágenes, la de la pareja disfrutando de vistas en primera línea de la Sagrada Familia, espero que el chico decidiera por fin confesarle a su mejor amiga lo muy enamorado que estaba de ella.

Y dicho todo esto, al final no puedo evitar preguntarme en cuántas fotografías me habré colado yo y, lo mejor, cuántas historias sobre mí habrá repartidas alrededor del mundo.




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