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30 de abril de 2014

Relato de Abril: Cabeza alta jovencita

Buenos días!

Lo sé, he estado a punto de faltar a mi promesa de publicar un relato mensual. Pero aquí estoy cumpliendo, aunque sea, en el último minuto. (esto me recuerda a mis épocas universitarias, corriendo para terminar un trabajo la noche anterior de la fecha de entrega).


Este mes no narro aventuras, ni trato comedia. En este relato quería compartir con vosotros algo que aprendí hará ya casi un año.

Espero que os guste!!



Con lo difícil que es conseguir un empleo en la era en la que vivimos y, egoísta de mí, que me quejaba del trabajo que me había tocado llevar a cabo.

Ser administrativa en el área sanitaria de un hospital no es fácil cuando no puedes dejar en casa ese sentimiento de empatía hacia cualquier persona con la que tratas. A nosotros no nos han preparado de la misma manera que a un médico o a una enfermera. Pero si además te envían a pasar los meses de verano a cubrir una plaza a un servicio del que sólo la mención del nombre le provoca a cualquiera ganas de salir corriendo, eso sí que es complicado.


Allí estaba yo, en la entrada de la planta de Oncología en mi primer día, con mi bata blanca, mi carpeta de apuntes entre los brazos y un temblor irremediable en las piernas.

No había querido escuchar a esas personas que ya habían trabajado allí y que tan buena opinión tenían del lugar. "¿Quién puede estar contento por trabajar en un servicio tan deprimente?" Me decía yo en voz baja.

Eran las 8 de la mañana, una hora tranquila en las salas de hospitalización ya que el equipo de enfermería se repartía entre el café y la puesta a punto de sus carros, el equipo médico todavía no había aterrizado en la sala y los familiares que se habían quedado a pasar la noche, todavía andaban medio adormilados en su butaca correspondiente junto a la cama del paciente.

Detrás de mí, la salida, la escalera de emergencia y los ascensores me observaban fijamente. Era tan fácil como dar media vuelta y salir por patas. Sin embargo, decidí ignorar esa tentadora invitación, respiré hondo, me armé de valor diciéndome a mí misma: "Cabeza alta jovencita" (como dicen en las películas) y eché a caminar hacia el mostrador donde se encontraba mi ordenador, el papeleo y la recepción.

Lo primero que hice tras encender el ordenador fue abrir mi agenda y calcular las semanas que debía pasar allí. Semanas, días y horas. Descontando los fines de semana y la hora diaria para ir a comer, en realidad no parecía tanto tiempo.  

Permanecía tensa en mi asiento esperando que empezara el drama en cualquier momento. Algún ingreso nuevo entre lágrimas, alguna cama libre demasiado pronto, enfermeras de mal humor o deprimidas, rostros exhaustos y doctores que para poder aguantar la compostura frente a sus pacientes habían terminado pareciéndose al hombre de hojalata de El mago de Oz.


A los pocos minutos de mi llegada empezaron a aparecer familiares por la recepción para apuntarse en la lista de información médica. Sorprendentemente la mayoría tenía puesta una sonrisa en el rostro que acompañaban con un comentario agradable de buenos días hacia mí.

"¿Y las lágrimas? ¿A caso todavía es demasiado pronto y no han empezado a razonar? ¿Necesitan unos minutos más para ser conscientes de dónde se encuentran?"

Enseguida el equipo de enfermería se puso en marcha. Era todo lo contrario a lo que yo esperaba encontrar. Enfermeros y auxiliares risueños, amables y cariñosos que regalaban sonrisas y abrazos por doquier. 

Me entraron ganas de llorar en aquel mismo momento: "¿Pero de dónde sale tanto amor y toda esa energía positiva?" Y yo que pensaba que aquel era el lugar más triste de la tierra.
 
Descubrí a doctores que hablaban por teléfono con sus pacientes habituales de las consultas, dirigiéndose a ellos con el cariño de un amigo. A auxiliares y enfermeras que preparaban una tila para el familiar de alguno de sus pacientes cuando le notaban cabizbajo.

Vistas del Hospital antiguo de Sant Pau desde una ventana

Pero los que más me sorprendieron fueron los pacientes. Nada de personas débiles o deprimidas. Cada uno de ellos se había convertido en un luchador, en alguien que había decidido que no descansaría hasta agotar el último aliento contra esa maldita enfermedad que lo había escogido como víctima.

Tan sólo me hizo falta ver la reacción llena de entusiasmo, felicitaciones y abrazos del equipo frente a la visita de un antiguo paciente que se había acercado a saludar a esas personas que habían cuidado tanto de él durante los peores momentos de su vida, para decidir que aquella sala, a pesar de no poder evitar desear que ojala no tuviera que existir, era a la vez uno de los sitios más maravillosos en los iba a estar.

Me adapté rápidamente al servicio, el personal estaba compuesto por gente cercana que en seguida te hacía un hueco entre ellos. Con los médicos me sentí más parte del equipo que una simple secretaria.


Al final el tiempo pasó volando entre risas, lágrimas e historias conmovedoras.

Durante la última semana llevé una tarta para desayunar con mi gente (es cierto, aquellos trabajadores se habían convertido en mi gente). La dichosa tarta se había quemado un poco por fuera, (como me pasa con todas las tartas) pero voló en menos que canta un gallo y todos me dijeron lo buena que estaba. Se notaba que aquella gente valoraba las cosas importantes en la vida, como el gesto de querer compartir un pastel casero con ellos y no el resultado desastroso de mi buena intención.

Aprendí mucho de aquel servicio. Me di cuenta que nunca damos las gracias por nada porque damos por echo que el mundo tiene la obligación de tratarnos bien. Reparé en que decimos 'te quiero' demasiado poco. Advertí que no le damos ninguna importancia a los términos Aquí y Ahora, porque creemos que van a durar para siempre.

manos entrelazadas

Aprendí que no hay que esperar a que la vida de alguien esté a punto de terminar para pedir perdón o perdonar. Me di cuenta que nuestra vida pende de un hilo, que un día podemos estar bien y al siguiente recibir la noticia de que algo en nuestro interior es maligno y puede acabar con nosotros. Que lucharemos pero será la vida quien, finalmente, decida nuestro destino.

Comprendí lo importante que era reorganizar mi prioridades del día a día. Que un vestido nuevo no es tan importante como un recibir un beso. Que tener un coche caro jamás producirá la felicidad que produce ver un atardecer de muchos colores en buena compañía. Aprendí que no debo quejarme tanto por las cosas que no me gustan y en cambio sí que debo pensar en que no hay mal que por bien no venga.

Me di cuenta que hacer el vago en el sofá no me aportará la paz interior que me produce un paseo por la montaña o la playa.

Atarceder Arenys de Munt

Aquel lugar y aquellas personas me enseñaron a recibir cada nuevo día con un agradecimiento a quien sea que mande en esto de la vida por permitirme continuar en ella y no acostarme ninguna noche hasta que algo me haya hecho feliz.

Ahora bien, si digo que todo fue perfecto durante aquellos meses estaría mintiendo porque más de una vez me escondí en el baño a llorar por el injusto final de la vida de alguien a quien ni siquiera conocía pero del que, sin embargo, tan cerca me sentía.

Quise llorar cada vez que una enfermera abrazaba a un familiar tratando de consolarle en un momento de bajón y, sobretodo, quise llorar cada vez que ingresaba alguien demasiado joven como para entender que la vida a veces no es justa.

Pero la vida es ésta, cruel y complicada tantas veces más que sencilla. Es la que uno tiene y no se puede cambiar por otra más fácil ni retroceder en el tiempo para arreglar lo que no gustó.  Tan sólo podemos contar con nuestro presente, el momento en el que estamos ahora, para elegir como vivirlo.

Cada uno decide.

Yo ya lo hice. Por eso, desde el verano pasado no hay un sólo día que no me despierte con una sonrisa en los labios. Y cuando las cosas se tuercen me repito a mí misma lo que ya me dije una vez: "Cabeza alta jovencita" y a seguir para adelante.


 
 
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Por cierto! con este Post participo en la fiesta de enlaces de Personalización de blogs!

 


 

19 comentarios:

  1. que bonito peque! tengo que confesarte que se me ha soltado una lágrima mientras leía. Cuantas veces no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos? sea una cosa, una persona, un gesto, una acción, un abrazo????? Muchas gracias por compartir entra GRAN entrada!

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    1. No sabes lo feliz que me haces con ese comentario tan bonito! Muchísimas gracias :)

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  2. Una vez más m has hecho llorar como amiga y como esa enfermera que podría ser yo :)

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    1. Muchas gracias Sus!! Estoy segurísima que tú serás una de esas enfermeras que todo paciente querrá tener pq eres un Sol!!

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  3. Hola Eva, he visto tu publicación en facebook y he entrado al blog a leer este post. Reconozco que me he emocionado y a la vez me ha gustado mucho.
    Muchas veces nos empeñamos en no ser felices y eso es porque no valoramos todo lo que tenemos, no miramos a nuestro alrededor.

    Sigue escribiendo así :)

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    1. Muchas gracias Nat!!!
      Intentaré seguir escribiendo todo lo mejor que pueda para que quieras seguir leyendo todas las semanas jijij
      Me ha hecho mucha ilusión tu comentario!
      Un besote :)

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    2. Cada vez que vea una nueva publicación entraré ;) Siempre te gustó escribir así que me alegro mucho de que hayas decidido tener un blog :) Un besito Eva!!

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  4. Buff..!! Yo tmb me he emocionado! No valoramos lo suficiente lo afortunados que somos con simplemente estar, sentir, pasear, compartir... por cierto, me encantan los atardeceres de muchos colores en buena compañía..! me ha gustado mucho. :)

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  5. Me encanta tu blog!!! Te sigo en Facebook desde ya! Te encontré en la fiesta de Blanca!
    Un abrazo
    Cristina
    https://www.facebook.com/CristinaClaraFotografia

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    1. Muchas gracias Cristina!! no sabes lo feliz que me haces con tu comentario :) es que siendo una nueva por aquí siempre piensa: esto mío no le va a gustar a nadie... jajajaj
      Un besote guapa!!

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  6. Precioso. Te encontré en la fiesta, y voy a buscarte a Facebook... que siempre gusta.

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    1. Muchas gracias Esther!! La página de facebook la abrí hace muy poquito así que encantada de recibirte :)
      Un besote!!

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  7. Anónimo7/5/14 09:09

    Buen relato. Y que buena idea la fiesta de enlaces de Blanca, se descubren muy buenos blogs.

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    1. Tienes razón! yo cada día voy mirando los nuevos blogs que van enlazando en la fiesta y los hay muy chulos!
      Un besote y muchas gracias por el comentario Irene :)

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  8. Me ha gustado mucho tu relato, te acabo de ver y me quedo siguiendote ;-)

    Saludos desde CukyMundo!

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    1. Muchas gracias! ya es casualidad que yo vengo ahora del cuki mundo :) jijiji
      Un besito

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  9. Charlihard7/6/14 09:30

    Evaaaaa, me ha encantadooo!! Se me han puesto lo pelos de punta y asomado alguna lagrimilla. Nos centramos en nosotros mismos sin valorar cuanto bien puede hacer una sonrisilla o una palabra bonita a alguien que lo necesita. Tenemos que aprender a vivir!
    Ahora que "por fin" puedo seguir tu blog, estoy fascinado. Transmites emociones de manera tan sencilla y natural, que creo que todos nos hemos imaginado en la puerta de ese hospital mirando la salida de emergencia. Muchiiisimas felicidades.
    Sin duda me haré seguidor de este blog.....voy a ser tu fan nº2!!
    Un besito

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  10. Precioso, Eva. Hoy has hecho que vea la vida de forma diferente.
    GRACIAS!!!
    Muchos besos desde el norte de España

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Muchísimas gracias por tu comentario, acabas de hacerme muy feliz :)